Esto es una especie de descargo a muchas personas que conozco que no tienen hijos.
Pareciera curioso, pero, se supone que vivimos en un mundo ultra conectado y queremos cada día saber más del resto sin tener que comunicarnos de manera personal. Y eso si bien es extraño, pero se dio desde que las comunicaciones se fueron adelantando a tal punto que podemos saber qué pasa al otro lado del globo en momento real.
Pero si hay algo que me ha sorprendido como madre, es que el sentido común se ha ido perdiendo paulatinamente y muchas veces de manera demasiado acelerada en cierto grupo de personas.
Siempre pateo la perra con el tema de que las personas con hijos algunas veces prefieren meterse a Facebook o a Instagram a preguntar qué le pasa a mi guagua en vez de llevarlo a urgencias, pero esta vez hablaré de la gente sin hijos, más conocidos como «los tíos». Esos amigos, amigas, parentela, gente en la calle que simplemente se siente con la capacidad de decirte qué hacer o qué no hacer con tus hijos, incluso cuando NO les pides la opinión.
Hace un tiempo, más o menos 9 años atrás también fui una «tía» que tenía más o menos claro que quería en la vida y por supuesto cómo iban a ser mis pseudo hijos: perfectos, dormirían a la hora, no estarían conectados a la tecnología, comerían comida orgánica, veggie y por supuesto no me sacarían canas verdes. Muy lógico todo dentro de mi estructura de -casi- hija única que se portaba bien y tenía buenas notas en el colegio y la universidad.
Hace más o menos un año, tuve un encontrón con un personaje: este personaje, en algún momento «tío» pero mis hijas nunca le dijeron así porque dentro de lo loca que estoy me he dado cuenta que una de las cosas que no hay que hacer como madre es enseñar a «decirle tío» a todo el mundo, me increpó lo mal enseñadas que tenía a mis hijas de poder conseguir todo lo que quisiera a punta de «mañas».
CONTEXTO: íbamos a comprar cartulina -si… cuando entras en la edad escolar te das cuenta que la cartulina es una bien de primera necesidad casi como el confort- y este sujeto tenía un bazar donde poder conseguir tan preciado artilugio. Entonces… voy y le dije: ey! Vengo por cartulina y las niñas me piden «porfis… queremos un bowling! Hace tiempo que no comemos» –obviamente no con ese tono ni esas palabras, porque fue más o menos un griterío de emoción para pedirme comprar un dulce- a lo que le digo a este sujeto «porfis, dame dos bowlings» y paf! Salta su frase ganadora: «que mal enseñadas tienes a tus hijas».
Fue en ese momento y de una manera poco habitual en mi que me enervo y me salen las palabras correctas y le dije: «loco es un dulce… da lo mismo la hora… hace meses que no les compro el famoso dulce. Si les compro ese dulce es porque quiero y porque puedo pagarlo, y lo disfrutan».
Y ahí comienza una épica discusión de «cómo somos las madres hoy en día, que estas generaciones van de mal en peor, que con un correazo todo se arreglaba antes y así se ganaba el respeto».
Ahí todo se fue a la punta del cerro y la discusión que estaba acalorada se volvió rojo infierno porque le dije que acaso él justificaba el maltrato hacia los niños con tal de «conseguir» el respeto y me respondió que eso NO ERA MALTRATO.
Mi cara de WTF! Era impresionante… por supuesto no solo le di cátedra de mis 5 años de ciencia política en la UTEM si no también que la maternidad me había cambiado a entender que ni el respeto ni la «obediencia» se consiguen a punta de golpes ni violencia –ya suficiente con la que se vive día a día al salir a la calle-. Que si uno cae en actitudes violentas es porque el adulto está mal y necesita tratamiento. Que nada pero nada justifica la violencia hacia los niños, de ninguna manera y por supuesto, que recapacitara, porque darle un dulce a un niño a las 8 de la noche no me hacía mala madre, menos a mis hijas unas «malcriadas» y no justificaba tampoco que fuera violenta con ellas.
INCREÍBLE PERO ESTA SITUACIÓN FUE REAL.
Ahí es cuando me di cuenta que este sujeto que se vanagloriaba de tener los mejores métodos de crianza -del año 0 por supuesto, y creo que ni la virgen María fue así- era un loco soltero, que con suerte tiene 1 sobrino que «ve» una vez a las quinientas me estaba diciendo cómo es que yo debía ser madre, todo por querer comprar un bowling-dulce-koyac-chupete a mis hijas.
Y así como madre y padres te encuentras con esos amigos, súper «tíos», que en buena onda -y cero experiencia real de crianza- te dicen cómo criarlos porque vieron el último documental de la BBC sobre el desarrollo cognitivo y la súper estimulación en los niños y niñas y blah blah o vieron cómo la súper niñera del Discovery Home&Health le solucionaba la vida a una mujer que estaba tan cansada de cuidar a sus hijos y que su marido era un neardental que ni siquiera recogía la ropa de su casa.
O con esa loca de Instagram que te dice a rompe y raja qué por qué tus hijas están sucias y no las has bañado, cuando no sabe que las bañaste hace 5 minutos atrás pero que a la Bendición menor le dieron los atacazos artísticos y se quería convertir en gatito pues. Y NO TE DISTE CUENTA porque estabas en la cocina preparándole la leche porque tenía hambre también.
Y para qué hablar de los niñodiosos que tuvieron, al parecer, tan penca infancia que cada vez que ven a un niño hacer cosas de niño es como si les tocaran la fibra y dijeran «qué clase de peste es ésta». Podríamos decir que tienen una especie de infantofobia, como que ver a un niñ@ siendo niñ@ es algo casi tan espantoso como ver cagar a alguien en la calle.
El sentido común es muchas veces solo volver al pasado y acordarse de las cosas que hacíamos así de simple, acordarse la cantidad de veces que rayaste las paredes de la casa de tus padres, o cómo te sentías cuando te decían que NO te iban a comprar esa Barbie que tanto anhelabas. Y que obviamente tus viejos no tenían plata pero tu no sabías esa info y no entendías como los adultos no tenían para algo tan básico como una Barbie.
OJO, este post no va dedicado a TODOS los solteros sin hij@s, va para aquellos que les gusta meter la cuchara un poco más adentro que lo habitual. Aquellos que te dicen cómo debería ser, una especie de mansplaning, explicarte algo que sabes mejor que nadie, pero que ellos creen saberlo mejor. Podríamos ponerle algo así como #solterosplaining.
¿Te han hecho #solterosplaining?